martes, 24 de diciembre de 2013

A 40 años del estreno de "El exorcista"



Estrenada el 26 de diciembre de 1973 en Estados Unidos, El exorcista es la película de terror más extravagante jamás realizada y una de las mejores filmadas en la historia del cine. El trabajo de cámara en interiores del director William Friedkin (Contacto en Francia, 1971; Vivir y morir en Los Ángeles, 1985; Killer Joe, 2011) y su recurso del claroscuro son consagratorios al desafiar a un género que como característica apela a causar una primera impresión. El susto es aquí lo que la risa para la comedia. A modo de ejemplo: uno mira de niño las primeras películas de Pesadilla, con Freddy Krueger, y puede sentir el efecto; las vuelve a ver a los treinta años y cuesta no reírse. Ni que hablar con la saga de Martes 13, con ese Jason de paso cansino que siempre atrapará a sus víctimas sin importar cuán rápido corran. Maniqueísmos que son parte de la identidad de un género con un lenguaje y una intertextualidad propios que ha mutado desde los años veinte del siglo XX (El gabinete del doctor Caligari, Robert Wiene, 1920; Nosferatu, F.W. Murnau, 1922) hasta la actualidad.

En El exorcista se establece un fenómeno singular, como también ocurre con La noche del cazador (Charles Laughton, 1955): con el paso de los años, visiones y revisiones, ambos films nada pierden, sino ganan. Imágenes, planos y secuencias adquieren una cualidad simbólica: el rostro convertido de Linda Blair, la rotación de su cabeza, su masturbación con un crucifijo o su levitar; los nudillos tatuados del sacerdote interpretado por Robert Mitchum o la escena del canto sobre la dualidad del Bien y el Mal, filmada con maestría por Laughton. Ambas películas comparten un factor clave que trasciende al género: el elemento de perversión sobre el cristianismo mediante un proceso de redención con un guión de lecturas múltiples que abarcan terror, drama y hasta comedia. La simbología del Mal se expone más allá de una fachada, ya sea tomando el cuerpo de una niña o bajo una sotana.

La sexta película de Friedkin contó con una característica que suele acompañar a los films de terror: la fortuna. En la taquilla recaudó más de 440 millones de dólares (mientras costó 11 millones) y supo aprovechar, como el caso de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960), los factores de histeria y morbo provocados en el público en años en los que no existían los videoclubes y mucho menos Internet. En las exhibiciones de ambas películas eran comunes los gritos y las corridas en las salas de cine. La publicidad jugó su partido en favor de Friedkin: desde los que definían al film como satánico y hereje hasta las ambulancias estacionadas en las puertas de los cines.


Su estreno en la década de los años setenta se sumó a películas que legitimaron un renacimiento de la industria de Hollywood a nivel mundial: El padrino (Francis Ford Coppola, 1972), Tiburón (Steven Spielberg, 1975) y la saga de Star Wars, iniciada por George Lucas en 1977. En El exorcista, el Mal invade la estructura familiar a través de los hijos predilectos de Dios según el cristianismo: los niños. Esto asimismo ocurre con la transformación de Anakin Skywalker, con la muerte de un niño en el segundo ataque del tiburón de Spielberg, y es el efecto que persigue un film de influencia sobre el de Friedkin, estrenado cinco años antes: El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968). 

Basada en un caso de exorcismo realizado en 1949, El exorcista es una novela publicada en 1971 por William Peter Blatty, quien asimismo se encargó de la producción y del guión en la adaptación cinematográfica de Friedkin y fue clave para alejar a Marlon Brando de liderar el elenco. En la etapa de preproducción, Friedkin no fue la primera opción. Warner Bros lamentó la negativa de Stanley Kubrick para dirigir la película al no poder producirla, además de molesto por las polémicas internas que mantenía con la empresa alrededor de su Naranja Mecánica de 1971. Por otra parte, el director trabajaba día y noche en un ambicioso proyecto sobre Napoleón Bonaparte. (En 1975 estrenaría Barry Lyndon con Warner).

El exorcista cuenta varias historias que rodean a un mismo proceso: la Fe. Una de éstas es sobre el martirio y vindica una analogía entre el de la niña Regan MacNeil al estar poseída y el de Jesucristo en su crucifixión según la Biblia. La niña en su cama y Cristo en la cruz. Regan insulta y lanza explícitas maldiciones a sus exorcistas, mientras hay quienes han afirmado que Jesucristo lo hizo ante sus torturadores.


Otra historia comienza antes, en las ruinas de Hatra (Iraq). Se presenta al arqueólogo Merrin (Max von Sydow) tras una apertura que incluye un plano general y un travelling con decenas de excavadores en su tarea. Luego, en un plano admirable se proyecta bajo el sol un primer conflicto: el encuentro de Merrin con una estatua del demonio Pazuzu. Luego vendrá la ciudad de Washington y el paso a la gélida y profunda noche, a la que se le suma la determinante llegada de un personaje clave: el párroco Damien Karras (Jason Miller) con su conflicto personal, en crisis de fe por su madre enferma. El espectador atenderá la presentación de Regan, quien tras jugar con la Ouija atraerá al Mal. Su madre, la actriz Chris MacNeil (Ellen Burstyn), recurrirá a varios especialistas científicos y racionales para tratar a su hija hasta llegar a un único camino posible: la teología. Friedkin con su cámara y Blatty desde el guión no tienen apuro en construir con éxito un clima, al presentar conflictos que se entrelazan con el regreso al film de Merrin, quien además de ser arqueólogo es un sacerdote con experiencia en exorcismos. Desde el clásico e icónico plano de Merrin en la puerta de la casa de la niña ante la luz que surge detrás de la ventana de la habitación influenciado por “El imperio de las luces”, de René Magritte, que lo vincula con el previo encuentro con Pazuzu, se cierra un círculo y termina un acto. No queda más que progresión dramática y terrorífica.

El mayor acierto de El exorcista es que cumple con la premisa de generar un genuino sentimiento de terror en el espectador sin jamás dejar de lado el entretenimiento. Friedkin siempre supo que su mayor mérito era el de exponer una presencia, el Mal, y hacerlo el principal protagonista. Para su creación halló buenos aliados: la historia, el guión y los consejos de Blatty, un elenco a la altura (Linda Blair, Max von Sydow, Ellen Burstyn, Jason Miller, Lee J. Cobb) y talento en los trabajos de fotografía (Owen Roizman), maquillaje (Dick Smith), efectos especiales (Marcel Vercoutere) y la música de Jack Nitzsche y Mike Oldfield.

En los últimos años, el cine de terror ha sufrido más vilipendio que parodia; años en los que una saga como Saw (2003-2010) ha tenido cierto éxito y mucho peor, provocado la aparición de otras nefastas, caso de Hostel (2005-2011), se han realizado remakes innecesarias y una película discreta como La cabaña del terror (Drew Goddard, 2012) ha sido proclamada como una gran heredera del género. Hay que ver y volver a ver El exorcista por su condición ceremonial, por su celosa composición de atmósfera y por su auténtico carácter refundacional del género: logros que comparte con películas categóricas como El bebé de Rosemary, La noche de los muertos vivientes, El resplandor, La cosa, Mulholland Drive y Exterminio.

  
Dirección: William Friedkin. Guión y producción: William Peter Blatty. Fotografía: Owen Roizman. Efectos especiales: Marcel Vercoutere. Maquillaje: Dick Smith. Música: Jack Nitzsche y Mike Oldfield. Elenco: Linda Blair, Max von Sydow, Jason Miller, Ellen Burstyn, Lee J. Cobb. 132 minutos (edición del director). 1973.






Tráiler:

 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Este es el fin, de Seth Rogen y Evan Goldberg




Este es el fin es un delirio, repleta de chistes y gags autorreferenciales de las comedias estadounidenses de los últimos años y hasta de las películas de los actores que participan, que no son pocos. Es una parodia sobre la maquinaria de Hollywood y su supuesta condición de "escenario de los sueños". ¿Quiénes mejor para hacerlo en la actualidad que la dupla de Seth Rogen y Evan Goldberg? Difícil. Primero, ambos se ríen de ellos mismos como supuestos creadores (guionistas de Superbad y de Pineapple Express, y aquí debutantes en la dirección). Luego, de todos y de todo. En este film, basado en un corto de Seth Rogen y Jay Baruchel, no se salva nadie.

En el aeropuerto LAX de Los Ángeles, Rogen espera el vuelo de Baruchel, de visita en una ciudad que detesta. Fuman porro en la mansión de Rogen y éste convence a su amigo para que lo acompañe a una fiesta en casa de James Franco, que será alterada por eventos inesperados. En la reunión, plagada de jóvenes celebridades de la actualidad, salvo un par de los presentes nadie parece conocer a Baruchel (como Rogen de nacionalidad canadiense, actor de Million Dollar Baby, Ligeramente embarazada y Trophic Thunder, entre otras).

Es un buen comienzo de esta estridente comedia que el afable Michael Cera (Juno, Superbad, Arrested Development) resulte empalado a causa de un temblor vinculado al Apocalipsis luego de un perverso raid personal de sexo y cocaína, y que Rihanna y Aziz Ansari no se salven de un cráter en las colinas de Hollywood justo frente a la mansión de Franco.

La parodia a un microuniverso es completa al ver a comediantes como Rogen, Baruchel, Franco, Jonah Hill, Craig Robinson y Danny McBride repartir talento y dejando egos de lado, asustados en la mansión de Franco y burlándose de sus propias inutilidades, ergo, del posible comportamiento de celebridades en una situación de supervivencia extrema. En una escena son robados por la joven Emma Watson (Harry Potter) que, hacha en mano, parodia a Jack Torrance de El Resplandor. En otra, Hill es poseído por un demonio dotado, lo que provocará un tributo a El exorcista.

Autárquica, iconoclasta y conscientemente insolente desde su retórica, y con un número musical más que barroco y sumamente bizarro luego de dejar atrás a un demonio gigante con su pene mutilado en mano mientras arde Los Ángeles y las letras de Hollywood en la cima de la colina no son más que cenizas, Este es el fin es la comedia del año por destrozo.





Dirección y guión: Seth Rogen y Evan Goldberg. Fotografía: Branson Trost. Música: Henry Jackman. Elenco: Seth Rogen, Jay Baruchel, James Franco, Jonah Hill, Craig Robinson, Danny McBride, Emma Watson, Michael Cera. 106 minutos. 2013.