miércoles, 19 de junio de 2013

El hombre de acero, de Zack Snyder



Aunque esté dirigida por Zack Snyder (300, Los Vigilantes, Sucker Punch), El Hombre de Acero es un producto de concepción e influencia de la visión del director británico Christopher Nolan, quien aquí ejerce como productor y coguionista junto a David Goyer. El tratamiento del personaje, aunque claramente diferenciado del Batman de Nolan por razones obvias (son diametralmente opuestos), continúa una forma de narración de similar concepción.

En esta película, el equipo Snyder-Nolan-Goyer recurre a la receta que le ha dado cierto crédito a Nolan: el origen del héroe solitario y su adaptación a nuevas responsabilidades en un medio hostil (Batman inicia, 2005). Lo que en un comienzo aquí es eficaz, con un prólogo que cumple al presentar el drama familiar de Kal-El (Henry Cavill) desde su expulsión apenas nacido en Kripton, planeta de inminente destrucción, en una nave a la Tierra. Sus padres, Jor-El y Lara Lor-Van, se encargan del sacrificio ante la amenaza del golpista General Zod (Michael Shannon).


Una vez en la Tierra, el extraterrestre deberá adaptarse al nuevo escenario de forma física y sensorial. Un proceso que incluye al niño y al joven desaliñado y barbudo previo al inmaculado superhéroe. En el caso del visitante de Krypton, cuenta con poderes que lo hacen único, de los que adquirirá conciencia y serán causa de sus nuevas obligaciones. No estará solo, ya que la figura paterna es clave en su concepción desde sus inicios en la historieta, en 1938, a cargo de Jerry Siegel y Joe Shuster. Esta figura alterna entre contrastes: por un lado, la retórica de su padre biológico Jor-El (Russell Crowe); y por otro el ejercicio de la praxis de sus padres adoptivos terrícolas, Jonathan Kent (Kevin Costner) y Martha Kent (Diane Lane), granjeros de Kansas.

Por otra parte, aunque en continuidad con la formación del personaje, es redundante el tiempo que le dedica el guión a la comparación del héroe con Jesucristo. En el tiempo presente de la narración (dejando de lado la cantidad de flashbacks, que en conjunto aportan a la trama) el visitante tiene 33 años, se reitera su responsabilidad para "dirigir a la humanidad hacia su libertad" y hasta se agregan dos escenas por si algún espectador aún no lo tiene del todo claro: su visita a una iglesia y confesión ante un sacerdote, en la que la cámara toma un vitral con la imagen de Jesucristo; y otra en la que se entrega a sus carceleros, esposado en el centro de un plano general. Su sacrificio es el del mesías ante los otros (lo llaman "freak": un raro, un incomprendido). El guión y las imágenes están a la orden de este concepto esencial y alegórico.


Más allá de este recurso y abuso del guión, hay aciertos. Sumado al prólogo de Krypton, que concibe al héroe desde su alumbramiento, la presentación de la periodista Lois Lane (Amy Adams) en la vida del héroe es sobria y pertinente. No porque se note una química entre los actores o se narre una gran historia de amor, sino que los guiños que efectúan Nolan y Goyer entre ambos personajes resultan sencillos, como también la inclusión de Perry White (Laurence Fishburne), editor del diario Daily Planet, de Metrópolis. En esta primera entrega se nota un esmero en la presentación de los personajes que acompañarán al héroe en lo que vendrá a futuro.

En relación con los guiños al universo del personaje, especialmente en los contrastes entre Krypton y la Tierra, se revelan detalles que quizá algún espectador no conozca y se establecen con certeza didáctica (entre otros, cuando se explica que la "S" en el pecho del héroe no significa Superman, sino el propósito de su misión).

Hay dos batallas a las que la palabra épica queda chica para una definición. Una es asombrosa (la de Smallville, pueblito de Kansas donde se cría Kal-El), breve y mucho más genuina que la segunda, en Metrópolis, de la que no se puede negar la influencia de la gran batalla de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012), que a propósito es muy superior a esta. La batalla de Smallville se destaca porque, más allá de su calidad y novedad en el tecnicismo fílmico en la acción y sus efectos especiales, se puede entrever el conflicto íntimo de Kal-El al destrozar su hogar de la infancia y adolescencia; mientras que a la segunda, ante el villano Zod, le sobran minutos y le falta vitalidad y un humor necesario (como sí lo hay en Los Vengadores) en el escenario de una metrópoli que se derrumba como si fuera de cristal dentro de una irrealidad absurda y absoluta.


El Hombre de Acero no es un clásico instantáneo ni apodíctico dentro de este alud de producciones de superhéroes; y menos aún es la mejor película realizada sobre el extraterrestre a quien los terrícolas llaman Superman. Cavill es austero en su actuación, pero por momentos parece realmente de acero (le falta el encanto de Christopher Reeve, que también supo enfrentar a Zod en Superman II, de Richard Lester, en 1980), mientras Adams, Crowe, Costner y Lane no desentonan y Shannon está a la altura como el villano de turno. La película es un inicio con más aciertos que errores: no hay innecesarias superposiciones de argumentos y acumulación de flashbacks que parten de un guión de Nolan (quien ha sabido efectuarlos al cierre de su trilogía de Batman y en Inception), aunque lamentablemente continúa el soporífero tratamiento musical del alemán Hans Zimmer, quien no cree en los silencios pero sí se cree un heredero de Wagner en una nueva épica de superhéroe de Hollywood. Dentro de la filmografía de Snyder aquí no hay grandes noticias, ya que no se aprecia su sello particular (como sí en su correcta adaptación de Los Vigilantes, de 2009), pero tampoco su dirección fracasa en los tiempos de un metraje de casi dos horas y treinta minutos. Y no menos importante: la película no está exenta de cierta carga política (históricamente arraigada a la evolución del personaje de historieta) que retrata los tiempos que corren: no deja de ser bienvenido que el héroe destruya un drone y se burle del Ejército nacional de su país, como también la puerta que se le abre de par en par al novato periodista Clark Kent.


Trailer:

 


Dirección: Zack Snyder. Guión: David S. Goyer, Christopher Nolan. Fotografía: Amir Mokri. Música: Hans Zimmer. Producción: Christopher Nolan. Elenco: Henry Cavill, Amy Adams, Michael Shannon, Russell Crowe, Kevin Costner, Diane Lane, Laurence Fishburne. 2013.






Crítica publicada en ACCU (18/6/2013)

miércoles, 12 de junio de 2013

...Like Clockwork, de Queens of the Stone Age



Es de noche en el desierto del Valle de Coachella, en California. Una de las tantas noches de los últimos seis años, desde el lanzamiento del Era Vulgaris. Un largo silencio de la banda de Palm Desert se rompe con ...Like Clockwork. Josh Homme y los suyos están de regreso. Y con invitados: Trent Reznor, Alex Turner, Jake Shears y Elton John. Sí, Elton John.

Buena parte de la crítica y la industria en general, han tenido la necesidad de calificar fenómenos musicales con palabras que los trasciendan y así generar nuevas tendencias e identificación en el público. Modas para algunos, estilos de vida para otros. Pregúntenle al punk, al grunge, a la new wave. En el caso particular de Queens of the Stone Age, para definirlos, les colocaron las etiquetas desert rock y stoner rock. Pero en realidad no es tan difícil intentar una aproximación al sonido de la banda: partiendo del hard rock alternativo, una mezcla abierta de géneros, que muta desde el heavy metal de los primeros discos de Black Sabbath en los riffs de guitarra de Homme (ya conocidos en su etapa en la banda Kyuss) hasta la distorsión lograda por Steve Albini en las grabaciones de In Utero de Nirvana. Influencias más directas del rock de los años 70 y 90 que del de los 80, como también del blues de los 40 y mucha psicodelia, moldean un sonido caleidoscópico, denso y original.

En el caso de ...Like Clockwork, sexto disco de la banda, se presenta un paisaje bucólico. Es profunda la noche en el desierto y están rodando cine de terror. Las diez canciones que lo componen crean un clima que con el apoyo de los arreglos en la edición de sonido (vidrios rotos, fuerte viento) parece narrar una críptica road-movie sin jamás perder continuidad. (De hecho, como promoción del disco, la banda lanzó en su web un videoclip animado de 15 minutos de un medley con algunas canciones, realizado por Boneface en los dibujos y Liam Brazier en la animación). Volviendo a la música, como claro ejemplo está la intro de la canción que abre el disco: "Keep Your Eyes Peeled", que cuenta con la colaboración en las voces de Jake Shears, cantante del grupo electro-pop Scissor Sisters. En el castillo de las Reinas de la Edad de Piedra, Homme y Shears pueden encontrarse en una canción. Desde el comienzo, la advertencia es clara: hay que tener los ojos bien abiertos.

Una de las más salientes características del nuevo trabajo son las letras, el crudo manifiesto de Homme. Directo, sin vueltas. Si una frase puede resumir qué tiene para decir Homme en 2013, queda explícito en "Smooth Sailing": "I blow my load over the status quo / I'm risking always, no second chance". Digamos que al hombre le importa muy poco el statu quo (la actual escena del rock, de la que forma parte su banda) y mucho arriesgar, mientras conduce con comodidad esta canción con guitarra funky y la canta en falsete.

"The Vampyre of Time and Memory" destaca la madurez de la banda. Una balada que desde sus arreglos, y en calidad introspectiva entre voz, piano y guitarras, recuerda claramente a The Wall de Pink Floyd. Junto a esta sorpresa experimental, es necesario mencionar la séptima canción: "Fairweather Friends", con Homme en pleno delirio lisérgico junto a Elton John de soporte, que marca el ritmo desde el piano y los coros junto a los ex Queens Nick Oliveri y Mark Lanegan.

En "If I Had a Tail" se suma Alex Turner, voz y guitarra de Arctic Monkeys, banda que en 2008 lanzara, bajo la producción y tutela de Homme, su mejor disco hasta la fecha: Humbug (uno de los imprescindibles de los últimos diez años, desvalorizado por la crítica). La batería de Dave Grohl (ex Scream, Nirvana y actual líder de Foo Fighters), que toca en seis de las diez canciones, marca el ritmo inicial para el quejido lascivo de Homme: "Quiero chupar / Quiero lamer / Quiero llorar / Quiero escupir". Todo bajo un ritmo funky con la distorsión adecuada.

En "Kalopsia", Trent Reznor (Nine Inch Nails, How to Destroy Angels) se suma a la canción que con seguridad plasma la mayor versatilidad de la nueva formación de la banda. Las guitarras de Fertita y Van Leeuven, el bajo de Shuman y la presencia del exbaterista Joey Castillo responden en la melodía inicial, para luego detonar sin perder el ritmo. "My God is the Sun", con Grohl en batería y Shuman marcando el tempo, es un hit rockero ineludible: el clásico sonido garage de la banda, consolidado con la llegada de Grohl en la época del Songs for the deaf (2002) y previamente desarrollado en Rated R (2000).

El cierre es con la canción que da nombre al disco: "...Like Clockwork". La película pronto se fundirá a negro, mientras Homme recurre al piano y nuevamente a su voz en falsete para el final. Mientras su canto se aleja y se despide con la frase "Todo es cuesta abajo desde aquí", Queens of the Stone Age regala una hermosa canción, perfecta para culminar el disco más honesto e introspectivo de su carrera.

Canciones:
1. Keep Your Eyes Peeled
2. I Sat by the Ocean
3. The Vampyre of Time and Memory
4. If I Had a Tail
5. My God is the Sun
6. Kalopsia
7. Fairweather Friends
8. Smooth Sailing
9. I Appear Missing
10. ...Like Clockwork

Miembros:
Josh Homme (guitarra, voz)
Troy Van Leeuwen (guitarra, teclados)
Dean Fertita (guitarra, teclados)
Michael Shuman (bajo)
Jon Theodore, Dave Grohl, Joey Castillo (batería)




Grabado en Pink Duck Studios (California). Producción: Josh Homme, Queens of the Stone Age, James Lavelle. Duración: 45:59. Matador Records. 2013.