jueves, 31 de mayo de 2012

Hombres de Negro III, de Barry Sonnenfeld (2012)




El tercer film de Hombres de Negro insiste en una fórmula que parece llegar a su fin. El problema radica en que el guión recae más en Will Smith que en el agente J, su personaje. Sus dúos con Tommy Lee Jones y Josh Brolin (Agente K) son predecibles y Smith queda más solo que nunca, aunque viaje al pintoresco pasado de finales de los años sesenta en Nueva York.

El primer film de Hombres de Negro (1997) fue una aceptable parodia de Hollywood al orbe clandestino y burócrata del F.B.I., de agentes secretos en trajes y lentes negros, y, mucho más explícito, a la exitosa serie de televisión de la década de los años noventa Los Archivos X (1993-2002) en base al tópico de la presencia de los seres extraterrestres en la Tierra. El segundo, cinco años después, fue abominable, salvo por el simpático perrito Frank que no pudo salvarlo por sí solo.

Lo que aún mantiene como novedad Hombres de Negro —desde el comic de Lowell Cunnningham— es la presencia de los alienígenas ocultos bajo la piel de los terrícolas y conviviendo con éstos en el día a día, aunque con el canchero agente J (Will Smith) y el lacónico K (Tommy Lee Jones en el futuro y Josh Brolin en el pasado, con sorprendentes similitudes físicas entre ambos) siempre al acecho. El elenco asimismo incluye a Emma Thompson como la agente O, aunque su presencia resulta indiferente.

Esta tercera parte es el intento de reflotar una saga luego de diez años, aunque no se cae en la desesperación. Los agentes J y K deberán enfrentar una amenaza, en este caso en la piel del alienígena Boris "El Animal" (Jemaine Clement).



La trama sitúa al agente J viajando al pasado para salvar la vida de K, quien encarceló al manco pero peligroso alienígena Boris, en el futuro fugitivo de su prisión en la Luna y en busca de venganza. El viaje para cambiar el futuro —con lanzamiento al vacío desde la cima del rascacielos Chrysler incluido— es hacia Nueva York en 1969, final de la por momentos pintoresca década de los años sesenta en Estados Unidos. Andy Warhol y su Factory están presentes con una comparación poco cortés de su séquito de artistas, freaks y dragqueens con los aliens bajo la canción "I'm waiting for the man" de The Velvet Underground. Predecible constitución de escena, aunque la inclusión de "2000 light years from home" de los Rolling Stones en otra es mucho más acertada.

Los guiños y gags atemporales se acumulan y se pierde continuidad, salvo pocas excepciones, como la detención del moreno J por parte de dos policías blancos por el automóvil que conduce y el traje que viste. La inclusión de un nuevo personaje, el vidente y pacifista Griffin (Michael Stuhlbarg), es pertinente. Finalmente, el agente J se encuentra en las oficinas de la organización clandestina con el joven K, aquí Josh Brolin, quien sorprende al visitante con su humor e ironía más allá de su seriedad, y lo obliga a preguntar: "¿Qué fue lo que te pasó?", en relación al veterano compañero del futuro parco en emociones. Hacia el final del film, en una playa tras el despegue de la expedición del Apollo 11 a la Luna, está la respuesta, válida para asentar las historias de ambos agentes en el tiempo.

Aunque cuente con notables efectos especiales, en Hombres de Negro III hay un ambiente apático. Lo que en 1997 fue original y en 2002 un lastre, años después encuentra cierto equilibrio pero acusa desgaste y no precisamente por el paso del tiempo. El problema es la vindicación de una misma fórmula: Will Smith, quien con sus modismos y gestos siempre parece estar más cerca del autobombo del humorista negro y cool que del actor —salvo excepciones, como en Ali (Michael Mann, 2001). Esto es un tropiezo del guión a cargo de Etan Cohen, en la formación de un personaje principal que es desbordado por quien lo representa. Es difícil diferenciar las humoradas de Smith ya sea aquí en su rol del agente J, en Independence Day, Wild Wild West, Hancock o en Hitch. Por dar un ejemplo, donde un actor como Robert Downey Jr. en el rol del superhéroe Iron Man en Los Vengadores (2012) acierta con ironías varias ampliando la brecha entre el actor y la persona pública, Smith no rinde.



Si la saga Hombres de Negro terminara con esta tercera entrega, sería un final oportuno con más errores que aciertos. Pero como moneda corriente, en estos años de acumulación de secuelas y precuelas, la taquilla será juez. Sonnenfeld aún está a tiempo de evitar que Hombres de Negro vaya camino a convertirse en una saga olvidable en un futuro no muy lejano o, peor aún, en un bochorno similar a las sagas de Crepúsculo y Saw.

Dirección: Barry Sonnenfeld
Guión: Etan Cohen
Fotografía: Bill Pope
Música: Danny Elfman
Elenco: Will Smith, Tommy Lee Jones, Josh Brolin, Emma Thompson, Jemaine Clement, Michael Stuhlbarg



Trailer:


jueves, 24 de mayo de 2012

Shame, de Steve McQueen (2011)



Shame abarca un conflicto: la actual vida de Brandon, basada en el tedio y el sexo, ante el regreso de su pasado, con la visita de su hermana menor, Sissy. El segundo film del cineasta británico Steve McQueen es un retrato conocido pero ineludible de Nueva York, y la confirmación de un gran actor: Michael Fassbender.

Brandon, treintañero residente en Manhattan, es un casanova, goza de un buen trabajo y una aceptable reputación en su casi inexistente círculo social, pero se encuentra atrapado entre el sexo y el tedio. En este caso, el primero surge del segundo. Desde el exceso de masturbación en su cama o en el baño de la oficina, a encuentros de sexo casual en su cama, en un bar, en la calle, kilos de revistas y artículos pornográficos de diferentes prácticas y estilos y un disco duro de su laptop repleto de material, Brandon es víctima del tedio, el que Gustave Flaubert describió en una carta a George Sand*: "La vida me parece tolerable sólo cuando uno puede evadirla. O bien habría que librarse a placeres desordenados... ¡Y aún así!". Por supuesto hay diferencias: mientras el autor de La educación sentimental (1869) se refería al tedio en la vida del escritor, en Shame (Sin reservas) se presenta como causante del exceso de sexo, escape bajo acción y represión ante ausencias.

Un tedio que, en el caso de Brandon, se puede vincular con Patrick Bateman, el protagonista de la novela de Bret Easton Ellis, American Psycho (1991), en su característica de aislamiento dentro del cerco que le confiere la gran ciudad que lo rodea metafórica como físicamente, y que el director británico Steve McQueen resuelve con la exposición de Brandon desde el comienzo, desnudo y descarnado -aunque bien dotado- ante el espectador en el interior de su apartamento ubicado en la zona más cara de Manhattan, y luego exteriormente, en una escena donde Brandon sale a correr de noche por la ciudad -acompañado de un largo y acertado travelling- y a las pocas cuadras se detiene en un semáforo frente al Madison Square Garden.

McQueen juega a dar pistas en la conformación de su personaje: y aquí aparece Sissy (Carey Mulligan), hermana menor de regreso en la vida de Brandon tras una estancia en Los Angeles, y que al instalarse en su apartamento descontrolará su rutina: primero porque Sissy invade su intimidad e individualidad y necesita de su protección -cuenta con intentos de suicidios, con cortes en sus brazos-, y segundo porque tras una notable escena en un bar, donde canta New York, New York y provoca una única lágrima que le cae a Brandon como una piedra, se encama con su pedante jefe horas después en su propio apartamento. La importancia de la escena del bar se debe a la notable performance de Mulligan cantando en tempo pausado, y la letra de la canción, que vincula a los dos hermanos bajo la misma ciudad: "Me voy hoy, quiero ser parte de ello. Mis zapatos de vagabundo están deseando cruzar su corazón. Quiero despertar en la ciudad que nunca duerme y sentirme el rey de la colina, en la cima del éxito. Mis tristezas de pueblo pequeño se esfuman... Si puedo conseguirlo allí, podré conseguirlo en cualquier parte". Impecable el cineasta en la reducción de recursos narrativos, apelando únicamente al primer plano.

 


Entonces, Sissy y Brandon, como ellos manifiestan, se criaron en Nueva Jersey y vienen de una familia de origen irlandés con una historia que no supone una agraciada infancia, y lo que ambos son en la adultez se debe a aquellos años que el espectador desconoce más allá de algunas manifestaciones: "No somos malas personas, sólo venimos de un lugar malo", dice Sissy. La relación entre hermanos puede estar cargada con cierta situación de represión y posesión sexual, más que nada según cómo se expresa físicamente Brandon ante Sissy cuando lo hace perder el control, pero esto aún es mucho más explicito en la banda sonora, a cargo de Harry Escott, con la llegada de Sissy a la vida de Brandon, cuando escucha en el tocadiscos I want your love, de Chic. Nuevamente, la importancia de la letra y la música. La necesidad de cuidar a Sissy atormenta a Brandon y, además, él conoce mucho mejor que ella el escenario que los rodea: Nueva York, ciudad del vicio, estéril y sucia que debe, al menos aquí en su influencia cinematográfica, a Midnight Cowboy (John Schlesinger, 1969) y a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976).

Pero Sissy no es la única mujer que se ubica en otro plano de los contactos carnales y casuales de Brandon. Por otro lado Marianne (Nicole Beharie), morena de Brooklyn y compañera de trabajo, justifica su presencia en la trama para exponer aún más la incomunicación de Brandon, desde una paupérrima cita hasta una escapada a un hotel.

Otro elemento que predomina en Shame es la reunión de Steve McQueen y Michael Fassbender (Bastardos sin gloria, 2009; Un método peligroso, 2011) luego de Hambre (2008), ópera prima del director donde el actor de origen germano-irlandés interpreta a Bobby Sands, mártir del IRA que en 1981 recurrió a una huelga de hambre como protesta ante los excesos del Ejército británico en Irlanda. Un elemento adyacente entre ambos films: la expresión corporal de Fassbender, desde aquel descarnado y combativo militante hasta el promiscuo prisionero de sus deseos sexuales, ya sea practicando el sexo con otros cuerpos en su cama, en la calle, en un burdel o hasta en una discoteca gay.

Shame expone, en base a la economía de sus diálogos y un gran apoyo de la fotografía de Sean Bobbitt y la banda sonora de Harry Escott que incluye a Blondie, Chet Baker y a John Coltrane, retratos de partes inconexas en un escenario que somete con sus reglas y su orden desolador como irreprochable. Por otro lado, el único defecto de McQueen fue el uso de dos escenas totalmente prescindibles -que bien la segunda es una extensión de la primera- en el vagón del subterráneo.




Dirección: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen y Abi Morgan
Banda sonora: Harry Escott
Fotografía: Sean Bobbitt
Elenco: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale, Nicole Beharie
Duración: 97 minutos

Trailer:




*Gustave Flaubert, carta a George Sand, 20 de julio de 1873, Préface à la vie d'écrivain, Éditions du Seuil, 1963.

sábado, 5 de mayo de 2012

Los Vengadores, de Joss Whedon (2012)



 

Los Vengadores cumple su premisa fundamental: entretener. Y no queda sólo en eso, sino que dentro de rendir tributo al universo temático de Marvel Comics, supera una reunión de superhéroes dispares bajo un fin que concreta el director y guionista Joss Whedon.

El crédito para que Los Vengadores (The Avengers) funcione es, en gran parte, por la labor del director y guionista Joss Whedon (Buffy, la cazavampiros, 1997-2001; Angel, 1999-2004) desde el argumento y la correcta adaptación del universo-obra de Stan Lee y Jack Kirby (Marvel Comics, 1963) para cimentar la narración audiovisual y la ardua tarea de juntar a estos superhéroes estrellas en un mismo film y no fracasar en su primer y básico objetivo: entretener. La premisa, por supuesto, incluye notables efectos especiales -con y sin 3D-, peleas cuerpo a cuerpo entre los mismos vengadores y contra una invasión de alienígenas a la ciudad de Nueva York -junto a Los Angeles, escenario hollywoodense por excelencia para el elemento magno de un enfrentamiento: desde la clásica King Kong (Merian C. Cooper, 1933) hasta la prescindible Independence Day (Roland Emmerich, 1996). Pero donde más sale airoso Whedon no es en el lenguaje cámara en mano, sino demostrando conocimiento autorreferencial del universo de Marvel Comics y en la elección y dirección del guión, con la distinción de Robert Downey Jr. (Chaplin, 1993; Zodiac, 2007) en el elenco como el magnate filántropo Tony Stark y su alter-ego Iron Man. Porque el actor, como se ha visto en las dos entregas del Hombre de Hierro (2008, 2010), que rindieron como catapulta para finalizar en este proyecto, actúa adrede y hasta se ríe del personaje de Robert Downey de décadas atrás: vanidoso, pedante, excéntrico y cínico. Y da resultado.

Whedon, conocedor de las series de televisión, además de Buffy y Angel, también trabajó en guiones de las películas Speed (1994) y de la primera Toy Story (1995). El problema que como guionista y realizador enfrentaba en lo previo eran las expectativas de semejante proyecto y la primera reunión de estos superhéroes: Capitán América, Hulk, Thor, La Viuda Negra, Ojo de Halcón, junto al mencionado Iron Man. Los primeros tres ya tuvieron sus films en la última década, previo a esta reunión, un objetivo comercial que resultó redituable en la taquilla. Lo que le jugó a favor al cineasta fue su forma de rendir tributo a un universo y metalenguaje siguiendo el ejemplo de J.J. Abrams en Super 8 (2011) hacia los films de ciencia ficción, comedia y matinée de la década de los años ochenta: el universo "Spielbergiano" de E.T. (1982) y The Goonies (1985), aunque con diferentes resultados, ya que lo realizado por Abrams fue notable mientras lo de Whedon es un más que aceptable tributo, la primera parte de una saga. 

Si se cree que Whedon buscó dividir para reinar, se debe hacer referencia al elenco que incluye a Chris Evans (Capitán América), Mark Ruffalo (Hulk), Chris Hemsworth (Thor), Scarlett Johansson (Natasha Romanoff, alias La Viuda Negra), Jeremy Renner (Ojo de Halcón) y Samuel L. Jackson (Nick Fury), máxima autoridad del organismo de inteligencia y espionaje clandestino S.H.I.E.L.D., encargado de reunir a Los Vengadores. Durante poco menos de treinta minutos iniciales, Whedon apenas cae en el exceso en la presentación de estos héroes, especialmente para los espectadores que aún no los conozcan del comic o de sus propios films.

 

Una vez reunidos, los Vengadores son notificados y convencidos para enfrentar a Loki (Tom Hiddleston), desterrado de Asgard y medio hermano de Thor, quien ha robado a S.H.I.E.L.D. el Tesseract (Cubo Cósmico), símbolo de poder y destrucción masiva, azul, frío y cristalino por excelencia. Asimismo, también se robó, junto a este instrumento de poder, al científico Eric Selvig (Stellan Skarsgard) y al agente Clint Barton (Ojo de Halcón). Loki representa al Ubermensch de Nietzsche pero según la errónea adaptación y apropiación del nazismo; o sea, con el Tesseract bajo control, crea su propio sistema de valores bajo su voluntad de poder, que cree justo. Un megalómano sin pasión. Se cae de maduro lo que puede resultar un simbolismo pedante ya conocido y acentuado en películas estadounidenses post-11 de setiembre de 2001: Loki, el terrorista que plantea la guerra en territorio de Estados Unidos; y los Vengadores, el ejército que luchará "en la tierra del valiente" por la libertad contra el enemigo de la paz.

Pero por otro lado, y aquí una de las fortalezas de Los Vengadores, es que esta reunión extraordinaria, primeramente de egos, traerá consigo varios problemas y roces entre ellos mismos -físicos, humorísticos y dialécticos-, que Whedon resuelve en varias escenas únicamente con la presencia de Stark, en la piel de Downey Jr., como mediador, y de un nuevo Hulk, con un más que correcto Mark Ruffalo, repatriado desde la India en la piel de su alter-ego, el doctor Bruce Banner, quedando atrás el físico de Eric Bana (2003) y el metódico Edward Norton (2008). Ruffalo, en sus minutos en este film, es el Hulk más creíble visto hasta el momento en la pantalla, a la par del histórico Lou Ferrigno, quien cede su voz a la bestia. Iron Man y Hulk, en las características de sus alter-egos de Stark y Banner, y por la calidad de los actores que los representan, sacan distancias del resto del elenco salvo por Chris Hemsworth en la piel de Thor. Por otro lado, Capitán América (Joe Johnston, 2011) continúa con su laconismo de expresiones, a la deriva entre dos siglos tras su congelamiento, y su personaje es fundamental para el desarrollo y destaque de Stark en el guión a través del diálogo; el dios Thor (Kenneth Branagh, 2011), por su parte continúa ensimismado en Asgard y sus murallas, y en su conflicto dinástico con el vil Loki.

Con Loki obsesionado con el control de la humanidad y su condición de Dictador, crítico con los humanos y su sumisión de rodillas al sistema democrático, llega lo que el espectador inevitablemente espera: el enfrentamiento. El escenario, un cliché necesario: Nueva York. Ahora con la llegada al grupo del Agente Clint Barton como Ojo de Halcón junto a Banner, quien llega en moto a la ciudad timorato como un paisano en baile de otro pueblo para devenir en un Hulk extremadamente molesto que se roba el show. Un enfrentamiento que ubica a los Vengadores de un lado y a un ejército de adefesios alienígenas y leviatanes bajo el liderazgo de Loki del otro. La colosal urbe gris ante los minúsculos Vengadores y sus colores -el rojo en Thor y Iron Man y el verde de Hulk- es un detalle que no pasa desapercibido. Pura extravagancia y entretenimiento -de los que debería tomar apuntes Michael Bay en su saga de Transformers-, una batalla barroca y futurista a ritmo de montaña rusa que deja a Manhattan como una misión del videojuego Call Of Duty: Modern Warfare, y recuerda, aunque con distancias, a la batalla final de El Señor de los Anillos: El Regreso del Rey (Peter Jackson, 2003), y al espectador, la idea de que la entrada al cine, el médium a este universo, valió la pena.



Dirección y guión: Joss Whedon
Fotografía: Seamus McGarvey
Vestuario: Alexandra Byrne
Elenco: Robert Downey Jr., Mark Ruffalo, Scarlett Johansson, Chris Hemsworth, Chris Evans, Jeremy Brenner, Samuel L. Jackson.
Duración: 142 minutos

Trailer: